Aunque no existían
pruebas tangibles para apresarlo junto con sus secuaces, los escandalosos
rumores y el acoso perverso de los rabinos fueron elementos suficientes para
alertar a los romanos. Poncio Pilatos, quien era un gran cobarde y un gobernante
servil, se dejó influenciar por Caifás (líder del Sanedrín) y Anás (rabino
influyente), y temiendo una respuesta socio-política negativa encomendó —extraoficialmente—
a un grupo encabezado por rabinos y secundado por fariseos, saduceos y
militares romanos para la captura e incriminación del infractor. Bastaría
con enjuiciar a su líder —Tal vez resonaban en sus oídos las sugestiones de
Caifás cuando decía que era preferible el sacrificio de un solo hombre a la
destrucción de toda una nación.
Jesús era un hombre
pacífico e inofensivo pero tal vez sus seguidores se opondrían de forma
violenta a que él fuera capturado, por esta razón decidieron buscar las
condiciones propicias para apresarlo. Acercarse a su grupo íntimo no sería
difícil, las lealtades de sus colaboradores no se reflejaban con la causa, más
bien representaban una alternativa de vida con sus propias ambiciones.
Concertada la
traición, Judas Iscarioti entregó a Jesús ante los mercenarios opresores. La
escena se desarrolló en Getsemaní, en el huerto de los olivos, un hermoso
paraje ubicado en el valle de Cedrón que aparentemente les ofrecía (a Jesús y a
sus discípulos) seguridad y en el que el mesías acostumbraba a orar en soledad.
Y entonces Judas dio las coordenadas a los hombres armados y los instruyó sobre
el momento propicio para su captura; y para asegurarse de que no cometieran
ningún error marcó oportunamente el objetivo acercándose a él y besándolo en la
mejilla. —Es así como nos lo narra la versión apostólica victimizando a Jesús
ante la traición de su apóstol—.
¿Por qué no considerar que ese momento pudo ser planeado por Jesús? Con
la ayuda de María (su madre), María Magdalena, Judas Iscarioti, un miembro del
Sanedrín (José de Arimatea) y otras personas. Tal vez como una atrevida forma
de someterse a la autoridad para que fuera procesado sin aceptar ninguna
culpabilidad por el quebrantamiento de las leyes romanas; dejando enclavada en
las almas de sus seguidores su humilde imagen mortal dispuesta para el
sacrificio en virtud del acercamiento a Dios; abonando la semilla del amor
—raíz de su doctrina— y rodeándola de misterio incluso ante la gran mayoría de
sus amigos y colaboradores. Que todo fue parte de un místico proceso nacido de
su iniciación y profesión al “Hermetismo" (o Hermética), el cual estaba
destinado a finalizar con su muerte física y posterior resurrección. «No olvidemos que en las narraciones evangélicas se hace alusión clara y
precisa sobre el previo conocimiento del maestro de que uno de sus más cercanos
colaboradores (Judas) le traicionaría y que otro de ellos (Pedro) le negaría». —La
negación de Pedro solo demostraría el frágil compromiso por parte de algunos de
ellos, y Jesús lo sabía, razón por la cual mantuvo algunas reservas ante el
grupo, pero también daría a entender que el nazareno enfrentaría solo su
responsabilidad.
Esas y otras situaciones cotidianas dentro de un
grupo humano tan especial, liderado por alguien tan maravilloso y sorprendente
como Jesús de Nazaret, darían lugar a fantásticas interpretaciones a través de
la historia consignada posteriormente en los evangelios y diseminada en la
fertilidad de una doctrina que a partir de un estruendoso capítulo —muerte y
resurrección del mesías— quedaría en
manos del poder apostólico, y que tomaría un rumbo diferente al sencillo camino
de amor de su creador.
«¡Y en realidad esa fue la última cena!
Jesús fue apresado y jamás volvieron a estar todos juntos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tu comentario, tu opinión es importante.