Capítulo III
Su misteriosa ausencia
Siendo
Jesús apenas un adolescente, demostraba gran crecimiento espiritual e
intelectual. La influencia de sabios egipcios y esenios, que le transmitieron ―desde
muy temprana edad― poderosos conocimientos sobre la hermética, sobre los
principios universales, la doctrina del amor y la humildad. La sana orientación
de su espíritu, su inconformidad contra el orden religioso, filosófico y
político preponderante, y, todas esas experiencias que de manera prematura
recibió en su inminente formación como elegido para ser el mesías del pueblo
hebreo, forjaron en él a un hombre extraordinario.
Su carácter
imbatible, férrea voluntad, amor al prójimo y, el reconocimiento inamovible de
Dios como único y supremo, trazaron claramente el camino que él como salvador
habría de seguir. El joven se manifestó en contra de la dominación y del abuso
ejercido por el imperio romano al pueblo judío, pero también rechazó las
prácticas e inclinaciones judías de corrupción y manipulación. «Tiempo después,
él tuvo el privilegio de conocer ampliamente sabias filosofías y pudo entender
el verdadero camino hacia Dios y deseaba compartirlo».
José (su padre), con quien siempre mantuvo
una buena relación, murió siendo aún joven. Esta y otras circunstancias como la
de no querer desposarse a su edad —según lo requería la tradición judía— lo
motivaron a abandonar Nazaret.
Tranquilo y con la
certeza de que su madre no estaría sola (para entonces María estaba acompañada
de sus otros cuatro hijos y contaba con el respaldo de su familia paterna)
Jesús decidió viajar lejos de su tierra natal. A sus trece años emprendió un
largo camino con la intención de llegar hasta la India.
Inició su travesía
por Damasco (Siria). Recorrió pueblos de Arabia, Persia, India, Nepal, el
Tíbet. «Él buscaba conocimiento, quería perfeccionar su palabra y su capacidad
humana, estudiar las leyes y las escrituras sagradas de otras culturas». Fue
así como conoció la filosofía de Zoroastro (el mazdeísmo) de la cual extrajo
muchos elementos que lo llevaron a comprender la grandeza de Dios y el valor
humano.
Adoptó el pensamiento
de Krishna (representante humano de Dios en la religión hindú) de haber
nacido para proteger a los seres humanos buenos, para acabar con los malvados y
para restablecer la piedad. Convivió durante un
tiempo con los Vaisyas y los Shudras, considerados como las castas sociales
inferiores del hinduismo (peones y esclavos). Esta convivencia le causó
problemas con los sacerdotes brahmanes y con los gobernantes militares hindúes
(Kshatriyas) quienes desconocían totalmente los derechos sociales y morales de
esas personas tratándolos como esclavos y prohibiéndoles el acceso a las
sagradas escrituras. «Era tal el arraigo y la discriminación que su único
camino para la liberación era la muerte». Indignado, Jesús,
ante tanta injusticia condenó enérgicamente esa doctrina represiva y
excluyente. Profesó sin ningún temor que Dios nunca haría diferencias entre los
hombres y se atrevió a negar el origen divino de los Vedas y los Puranas
(libros sagrados de la sabiduría hindú). Manifestó que solo habría de amarse y
temerse a un solo Dios. Negó la Trimurti y la encarnación divina en Brahma,
Visnú y Shiva.
Obviamente durante su paso por la India
Jesús también compartió sabiduría y amor a través de sus parábolas. Ganó el
respeto y la admiración de muchas personas, entre ellos los Vaisyas y los
Shudrás quienes gracias a él transformaron su pensamiento y se rebelaron en
contra de la opresiva doctrina filosófica hindú. «Por ese motivo los
‘sacerdotes blancos’ del brahmanismo y las autoridades militares consideraron
que debían deshacerse de él por promover una doctrina de insurrección».
Partió entonces hacia
la ciudad de Gautamides (en los Himalayas), la tierra del gran buda Shakyamuni,
en donde se veneraba al único y sublime Brahma. Allí aprendió la lengua
Pali y se dedicó al estudio de los Sutras (escritos sagrados del budismo).
«Pero no solo se enriqueció de la sabiduría de budismo, también conoció el “Gran
Tratado de los Poderes Mágicos y la temible magia Bon Po”».
Asimiló conceptos
como la importancia de la moral en la autorrealización; la necesidad de liberar
el alma de lo terrenal y entender que el cielo está dentro de cada individuo.
Que el egoísmo es la causa de la miseria del hombre. Aprendió sobre la prédica
de la compasión, sobre el amor desinteresado y la renuncia del bienestar propio
ante la felicidad de los semejantes. Perfeccionó sus capacidades de expresión
oral y comprendió que la humildad y el desprendimiento hacia la familia y los
bienes doman y enaltecen el espíritu.
El pranayama: que consiste en absorber y concentrar la energía universal a través de la respiración. El Lung-Gom: para desarrollar potenciales capacidades físicas forzando el cuerpo a grandes cargas de trabajo y sin consumir alimento para así fortalecer la voluntad. El Tum-Mo: basado en desarrollar una condición mental para sobrevivir a grados extremos de temperatura. El Tulpa: práctica de magia orientada a la materialización de objetos. La Danza Chod: para invocar a los espíritus de la naturaleza. El Trongjug: orientación del pensamiento para influir sobre los fenómenos naturales climáticos. El Tulku: fantástica y enigmática técnica enfocada hacia la resurrección de los muertos. El Po-Wa: para desarrollar capacidades de telepatía e ilusionismo. La Vajrayana: que se interna en las indescifrables técnicas de la bilocación y la levitación (o transferencia corporal). La doctrina tántrica de reciclamiento de la energía sexual. «Estas y muchas otras ciencias misteriosas practicadas por hombres con capacidades superiores fueron factores preponderantes de preparación y fortalecimiento humano en la vida de Jesús».
Tendría unos veintiséis
años de edad cuando decidió abandonar Nepal y los Himalayas, quizás sintiéndose
satisfecho y seguro de sus conocimientos. Partió hacia los valles de Rajputana
para emprender el viaje de regreso. «Él era un tesoro de sabiduría y
espiritualidad, con un carácter sólido y estable forjado por el sufrimiento y
la humildad, motivado por el amor y la verdad, comprometido con la razón y la
justicia».
Y entonces se dirigió
hacia el oeste predicando sin tregua la grandeza de Dios. A su paso negó
rotundamente la adoración a otros dioses, reprochó el sacrificio de personas y
de animales, condenó la esclavitud y el abuso del hombre contra el hombre.
Desestimó a los sacerdotes de todas las religiones y filosofías. Exaltó a la
creación —la vida— como el único y el más importante milagro de Dios. «Y sus
prédicas se extendieron en muchas direcciones —incluso entre paganos— y muchos
de ellos renunciaron a sus ídolos».
Cuando entró
nuevamente a Persia los sacerdotes temerosos prohibieron escucharle (ellos veneraban
a Zoroastro y temían que su doctrina se debilitase). Por eso muchos de los
hombres que escucharon a Jesús fueron perseguidos.
Antes de regresar a
su natal Palestina, Jesús visitó otras regiones asirias, griegas y egipcias.
Posiblemente pasó un largo tiempo con los esenios en Qumran y quizás
también estuvo en Egipto en el templo de Heliópolis. «Hemos de destacar la gran
influencia de los esenios en la vida del maestro, evidenciada por sus
costumbres de meditación y oración, por su actitud modesta y humilde, por su
mística y distanciamiento al judaísmo tradicional».
«Su larga trayectoria
de estudios y dedicación al conocimiento humano y divino lo convirtieron en un
hombre extraordinario: él era un iniciado. Quería superar las pruebas de
fe, justicia, filantropía, heroísmo, amor divino y muerte —y estaba muy
cerca de enfrentarlas...»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tu comentario, tu opinión es importante.